Siento la necesidad de buscar los colores más sutiles que se encuentran en la naturaleza, esos tonos delicados que la luz, dibuja sobre la tierra. Me atraen sus proporciones, su majestuosa intensidad, y sobre todo, esa simetría escondida que se desvela espontáneamente. Busco, en el color, la esencia misma de lo que para mí es bello, y encuentro que la belleza se halla en lo más sencillo, en lo puro, en la forma en que la luz del sol nos entrega cada matiz de color, dotándolos de una vida efímera y, sin embargo, eterna.Es en ese instante único de perfección donde deseo detenerme, y poder lograr capturar lo que veo antes de que se pierda, como la luz del atardecer. Y así, me aventuro a la experimentación con los materiales que recojo, como quien captura el momento, con la esperanza de transformar en una obra, aquello que se me revela en un instante. En cada obra, los colores se conectan con mis emociones, como si cada matiz hablara directamente a lo más profundo de mi ser. Y en esa relación silenciosa entre el color y el alma, busco retener no solo la imagen, sino la sensación que me provoca, para que permanezca.La belleza, al final, no es más que el resultado de la conexión entre los elementos, un reflejo de la armonía, que a través de mis manos y mi ser, intenta llegar al espectador como una huella de mis sensaciones.
Texto por Ana María Benedetti